lunes, 8 de febrero de 2016

LA DAMA DE LA LAGUNA - por Benjamín Román Abram



La dama de la laguna
Benjamín Román Abram

Aventureros, si contra toda advertencia visitan el Alalay en el mes de julio, casi con seguridad percibirán un desagradable olor a huevo podrido por la emanación del ácido sulfhídrico, usualmente depositado en las aguas profundas. Otras veces, solo hallarán flotando cientos de peces muertos. Pero si se atreven a esperar a la madrugada podrán observar, en la orilla más cercana al Apu Chiri, a una mujer joven caminando desnuda con su cuerpo traslúcido, de rostro descompuesto contra el viento afilado. No le digan nada, su dolor debe ser respetado. En ese momento deben dar fin a la aventura en ese paraje del sur de la serranía peruana. En caso ignoren mi consejo, ella les contestará con un grito incontenible, he-la-da, he-la-da. A continuación, las nubes huirán, la temperatura de hielo destruirá los sembríos de las cercanías y yo tomaré  sus almas para unirlas a mi cautiverio infinito.


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